Un extranjero, un guiri. Eso es lo que fui entre septiembre y octubre de 2019, un turista novato en Japón ataviado con una mochila, una cámara analógica y carretes Kodak.
Los días comenzaban con un café Suntory Boss, doriyakis y melonpan. No me importaba coger transportes más lentos para ser el único gaijin. Siempre busqué perderme entre ellos, ser uno más. Subía a todos los rascacielos que podía para disfrutar de los mismos paisajes que vería Godzilla.
Japón es un continuo elogio a la luz. No solo en las grandes ciudades, también lugares como la pequeña isla de Enoshima y sus puestas de sol. En otros rincones del país, la luz se tamizaba a través de las hojas de los árboles de parques y jardines de templos, donde me entretenía buscando kodamas.
No pude contener la emoción en Hiroshima, viendo cómo jugaban los niños con el agua llevada por el viento. Me enamoraba todos los días de japonesas, en el transporte público y en la calle. Soñé con vivir allí y trabajar de jardinero limpiando el musgo de los jardines de los templos, rodeado de gatos y olor a incienso.
Todos estos recuerdos están resumidos en Gaijin, un instante de un turista. En total, un segundo capturado en forma de fotografías. Nihon he youkoso!
Gaijin
Japón · 2019